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¿Puede el dolor crónico llevar a la depresión?
La depresión es la principal causa de problemas de salud y discapacidad en el mundo, según señala la Organización Mundial de la Salud, y se considera que es la enfermedad asociada más frecuente en pacientes con dolor crónico.
Se habla de dolor crónico al dolor que persiste en el tiempo, más de tres meses aproximadamente, cuando ya no hay una lesión tisular, es decir a pesar de haberse regenerado la lesión permanece el dolor. Se considera una enfermedad que se describe como resultado de una combinación de factores tanto fisiológicos como psicosociales.
La depresión es una enfermedad que se caracteriza por una tristeza persistente y por la pérdida de interés en las actividades con las que normalmente se disfruta, así como por la incapacidad para llevar a cabo las actividades cotidianas, durante al menos dos semanas (OMS). También se observa una pérdida de vitalidad, que se expresa como una falta de interés y de energía, se muestra cansado y triste; sensación de falta de rendimiento o eficiencia, dificultad para concentrarse o para tomar decisiones; trastorno del sueño y del apetito; inquietud y pensamientos de autolesión o suicidio.
Hay diversos cuadros que se pueden observar en las alteraciones afectivas:
- Trastornos adaptativos con humor depresivo, o ansioso depresivo (que no llegan a cumplir con los criterios de trastorno depresión mayor ni distimia)
- Distimia (estado crónicamente depresivo durante al menos 2 años)
- Trastorno depresivo mayor (presencia de 5 o más síntomas por dos semanas)
Se plantea la hipótesis que la depresión puede aparecer por las repercusiones que percibe el paciente a consecuencia del dolor, específicamente por la pérdida de actividades de la vida diaria, de autocontrol o independencia en la vida.
Mantener una dolencia persistente como es el dolor, sin las herramientas necesarias para poder afrontarlo, podrá desencadenar una serie de consecuencias a nivel emocional, laboral, así como también en el ámbito familiar.
Al saber que la depresión y el dolor coexisten con frecuencia resulta de vital importancia:
- Hacer una cuidadosa historia clínica, investigando antecedentes previos, evolución de la enfermedad y valorar mediante escalas y test psicológicos la presencia de la depresión.
- Llevar a cabo un tratamiento médico conjuntamente con el tratamiento psicológico, bajo un contexto multidisciplinar, que ayude a reducir el impacto en la vida del paciente y permita hacer uso de los recursos para formular nuevos proyectos de vida que mejoren el bienestar emocional.
Carolina Franceschi, Psicóloga Clínica Instituto Aliaga